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El otro

Mamá se movía todo el tiempo, y yo iba de un lado para el otro sin poder dormir. Cuando lo lograba, él me despertaba con patadas, no se quedaba quieto un minuto. Pero yo me daba vuelta y lo ignoraba. A veces, tenía tanta hambre que trataba de empujarlo para comer un poco más. Él siempre se agarraba todo.

Me despierto transpirado, exaltado. El despertador… No, no sonó. Miro: faltan varios minutos.

Hoy tengo mi primera entrevista de trabajo, y es mi cumpleaños: cumplo veinte.

Me quedo un poco más en la cama para ver la entrada del sol, mientras escucho a mamá que se despertó primera para hacerme el desayuno.

La conozco: a papá le hace lo mismo. Así que me quedo en la cama un ratito más para no arruinarle la sorpresa.

Enseguida oigo que se abre la puerta de mi habitación. Ella y papá entran a despertarme. Me saludan muy emocionados, y me dicen que nos vemos en la cocina para desayunar y que ahí me van a dar los regalos.

Un espectacular desayuno me esperaba, hay de todo. Los tres lo disfrutamos un montón. Luego, papá se va al trabajo, dice que a la tarde nos vamos a juntar para seguir con el festejo.

Mamá muy emocionada me despide. La veo rara, más que en mis cumpleaños anteriores. Me abraza, llora.

—No aguanto —me dice.

Yo no entiendo qué le pasa. La abrazo más fuerte.

—Hoy… —dice como puede, entre sollozos—. Hoy Pedro también hubiera cumplido…

—¿Pedro? ¿Quién?

—Tu hermano, tu hermano gemelo. Se hubiera llamado Pedro.

Ahora comprendo: Pedro era el otro. Ese otro al que nunca conocí, el otro que sólo aparece en mis sueños, el que me pateaba, al que yo empujaba.

 

Cuento seleccionado que integró la antología Derribando muros. Tahiel Ediciones, 2017.



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